kino en Swab Barcelona 2020
Alexandra Germán, César Ordóñez, Manolo Márquez, Jorge Rosano Gamboa
Adam Mickiewicz acude a su soledad acuosa de calor cotidiano, juega entre sus olas y, con un enorme placer, se encuentra en su elemento. Para el poeta polaco, el agua se vuelve una forma de retratar el sentimiento de encontrarse y reencontrarse a sí mismo en el espacio submarino. El agua entra en el terreno del arte de muchas maneras: llenando vasijas vacías, colándose entre la tela o recorriendo sus propios caminos aleatorios. También, podemos observarla en sus tres estados: sólida, líquida y gaseosa.
El agua es tan sólida como el cubo de hielo que sostiene las flores de Jorge Rosano, revelando, en su carácter inmortal, el claro registro de las imágenes del pasado de un mundo extinto. Es tan líquida como los paisajes de César Ordóñez; lugares de calma, de instantes suspendidos y de observación profunda hacia un horizonte confundible con el cielo que refleja. Y sin embargo, se mueve en las caminatas nocturnas por la playa de Manolo H. Márquez; la acompañamos por el camino de las costas, trazando la ruta en común que es el sueño de la especie. El agua también se extiende respirando en las alturas, descansando como las nubes en el estudio meteorológico de Alexandra Germán. Desde el cielo, vuelve a estar sola con ella misma, desplegándose en enormes sombras y lista para precipitarse una vez más.
En todos, el agua entra en una metamorfosis constante, en un ciclo eterno: espejo, paisaje, tormenta y figura. El agua, como el arte, es lo salvaje, el monstruo que no usa una máscara; profundamente hermoso, claro y terrible porque quita el velo en silencio y nos confronta en la soledad de nosotros mismos frente al mundo que construímos.
Carolina Estrada